Antes de regresar de Marrakech, fuimos a ver los famosos Jardines Majorelle. En esta gran ciudad lo más peligroso es cruzar por los pasos de peatones sin semáforo, ya que los vehículos en general no los respetan. Afortunadamente, este era de los que tenían semáforo.
Escribano sahariano
Rana verde norteafricana
Tras esperar una cola de más de una hora logramos entrar a los Jardines Majorelle tras pagar la entrada. Había muchas ranas que a la fuerza debían haber traído de algún otro sitio, porque es imposible que puedan reproducirse en ellos, ya que están llenos de carpas.
Flores del bananero (Musa x paradisiaca)
Rana verde norteafricana
En Marrakech parece obligada una visita a los Jardines Majorelle, muy populares. Sin embargo, lo cierto es que son unos jardines pequeños y repletos de gente. Básicamente es como cualquier jardín público de Marrakech, pero con mucho bambú plantado. Lo más interesante son algunas de las personas que por allí se pasean, que parecen traídas de un planeta de fuera del Sistema Solar.
Camino de la medina volvimos a pasar por el parque de El Harti, el que más me gustó de los que vimos en Marrakech.
Tórtola turca
Tórtola europea
Amaia
Lorea
A continuación, cruzamos por el parque Moulay Abdessalam.
Mirlo común
Paloma torcaz
Lorea, Amaia y Maite entre las murallas de la medina
Palacio Bahia
Fuimos a ver el Palacio de El Badi, literalmente "Palacio de lo incomparable", un conjunto arquitectónico mandado construir por Ahmed al-Mansur Dhahbi a finales del siglo XVI para celebrar la victoria sobre el ejército portugués en el año 1578. En 1696 el sultán alauita Moulay Ismaïl reutilizó muchos de sus materiales para construir la ciudad imperial de Meknes. El Palacio de El Badi estaba cerrado por obras. Sin perder tiempo, fuimos a ver el Palacio Bahia, "el bello" o "la bella", construido a finales del siglo XIX con el objetivo de que fuera el palacio más impresionante de todos los tiempos. Fue mandado construir por el visir (asesor político) del sultán Abdelaziz Si Moussa. Poco después quedó en manos de Abu Bou Ahmed, un esclavo negro que llegó a ser visir. En las 8 hectáreas de extensión que tiene el palacio se ubican 150 habitaciones que dan a diversos patios y jardines, donde vivía el harén de Abu Bou Ahmed, compuesto por 4 esposas y 24 concubinas. Cuando murió el visir, desvalijaron completamente todas sus habitaciones. Por suerte, se conservan los techos y las puertas de madera de cedro pintada.
Palacio Bahia
Lorea y Amaia en el Palacio Bahia
Lorea, Amaia y el que esto escribe en el Palacio Bahia
Artesano colocando mosaico
Palacio Bahia
Lorea, Amaia y Maite en el Palacio Bahia
Techo pintado
Pared de azulejo
Patio interior con fuente
Palacio Bahia
Palacio Bahia
Lorea, Amaia y Maite en el Palacio Bahia
Techo de madera pintada
Palacio Bahia
Vidriera
Vidriera
Rama de Morera (Morus alba)
Comimos muy bien en la terraza del precioso restaurante El Bahia, donde nos atrevimos a pedir nuevos platos que no habíamos probado y que nos gustaron mucho.
Papamoscas gris
De regreso, cruzamos por el parque Moulay Abdessalam, donde fotografié estas aves.
En Marrakech las excursiones de un día más populares parecían las que tenían como destino las cascadas de Ouzoud y el valle del río Ourika. Por ello, tras desayunar, tomamos el coche alquilado y nos dirigimos hacia el valle del río Ourika. Tardamos en llegar una hora y media hasta Setti Fatma, a 64 kilómetros de Marrakech.
Lorea, Amaia y Maite en el valle del río Ourika
Paramos al borde de la carretera en un punto donde tomé esta fotografía y durante unos minutos en una explanada junto al pueblo de Tazitounte. Rápidamente apareció un hombre con un chaleco fosforescente para cobrarnos unos dirhams por aparcar.
Hembra grávida de Lagartija de Marruecos
En unas rocas junto al río Ourika vimos varios ejemplares de Lagartija de Marruecos (Scelarcis perspicillata), un endemismo del Atlas y otras montañas de Marruecos y Argelia. También vimos bien un Pito bereber (Picus vaillantii) en una chopera y un ejemplar de la subespecie norteafricana de Mirlo acuático (Cinclus cinclus subsp. minor).
Juvenil de Lagartija de Marruecos
Ait Boulman
Llegamos en coche hasta Ait Boulman.
Niño en Ait Boulman
Cerca estaba la que, seguramente, era la madre de este niño, lavando la ropa en el río, de aguas muy frías.
Ait Boulman
En los pueblos de las montañas viven los bereberes que es como los árabes denominaron a las etnias autóctonas del norte de África. En lengua bereber se autodenominan imazighen, que significa "hombres libres". El conjunto de las lenguas bereberes o amaziguíes es hablado en la actualidad por más de 30 millones de personas, la mayoría en Marruecos y Argelia. El nombre de bereber procede de la adaptación árabe barbr del nombre griego que llegó al castellano como "bárbaros". Sin embargo, los griegos conocían a los bereberes como libios y los romanos como numidios o mauritanos, mientras que los europeos medievales los incluyeron en los moros o mauros, nombre que aplicaban a todos los musulmanes del norte de África. Con anterioridad al Islam, los bereberes fueron cristianos, e incluso hubo tres papas de origen bereber. Las primeras expediciones militares árabes llegaron al norte de África entre los años 642 y 669, fecha de la llegada del Islam. Para el año 711, los omeyas ayudados por bereberes conversos al Islam ya habían conquistado todo el norte de África. En el mismo año los musulmanes entraron en Hispania; una parte de ellos fueron bereberes. En la actualidad entre el 35 y el 40% de la población marroquí habla un idioma bereber. Las lenguas bereberes del Atlas marroquí son el Tamazight en el norte y el Tashelhit en el sur. La gastronomía marroquí es, en gran parte, bereber. El cuscús o los tayines son de origen bereber. Según los análisis genéticos más recientes, los primeros pobladores de las islas Canarias, los guanches, eran bereberes. Los almohades, "los que reconocen la unidad de Dios", que dominaron el norte de África y el sur de la península Ibérica entre los años 1147 y 1269, fueron una dinastía bereber marroquí, que tuvieron a Marrakech como capital del Imperio almohade y a Sevilla como capital del al-Ándalus.
Erodium atlanticum
Ait Boulman
Desde el pueblo de Setti Fatma subimos hasta la primera de las grandes cascadas que hay en el arroyo de montaña que vierte sus aguas en el río Ourika a su paso por la citada localidad.
Lorea y Amaia en una de las cascadas de Setti Fatma
Cascada de Setti Fatma
Cascada de Setti Fatma
Cascadas de Setti Fatma
Paisaje sobre el pueblo de Setti Fatma
Subimos junto al cauce del arroyo, donde hay diversos puestos de venta y restaurantes, y bajamos por un camino que tenía buenas vistas.
Linaria ventricosa
Linaria ventricosa
Ladera con Genista sp.
Genista scorpius
Setti Fatma
Juniperus phoenicea
Terrazas de restaurantes en Setti Fatma
Comimos en una de estas terrazas cerca de la orilla del río Ourika. Como venía siendo habitual, pagamos por aparcar el coche en una explanada en las afueras de Setti Fatma.
Río Ourika
Lorea, Amaia y Maite
De regreso a Marrakech, paramos en un punto que vimos a la ida, donde se hacían paseos en dromedario en un entorno bonito, junto al pueblo de Sidi Bouzguia, ya cerca de Marrakech. Nos vistieron de color azul, al modo de los tuareg, y luego nos invitaron a tomar un té.
Lorea
Amaia
Lorea, Amaia y Maite
Lorea, Amaia y Maite
Vimos tres alcaudones norteños y un alcaraván común, pero el movimiento de los dromedarios hizo imposible hacerles fotografías.