Marruecos, 26 de abril de 2019

 Lorea, Amaia y Maite en Marrakech

Antes de regresar de Marrakech, fuimos a ver los famosos Jardines Majorelle. En esta gran ciudad lo más peligroso es cruzar por los pasos de peatones sin semáforo, ya que los vehículos en general no los respetan. Afortunadamente, este era de los que tenían semáforo.
 Escribano sahariano

 Rana verde norteafricana

Tras esperar una cola de más de una hora logramos entrar a los Jardines Majorelle tras pagar la entrada. Había muchas ranas que a la fuerza debían haber traído de algún otro sitio, porque es imposible que puedan reproducirse en ellos, ya que están llenos de carpas.
Flores del bananero (Musa x paradisiaca)

 Rana verde norteafricana

En Marrakech parece obligada una visita a los Jardines Majorelle, muy populares. Sin embargo, lo cierto es que son unos jardines pequeños y repletos de gente. Básicamente es como cualquier jardín público de Marrakech, pero con mucho bambú plantado. Lo más interesante son algunas de las personas que por allí se pasean, que parecen traídas de un planeta de fuera del Sistema Solar.

Marruecos, 25 de abril de 2019

 Bulbul naranjero

Camino de la medina volvimos a pasar por el parque de El Harti, el que más me gustó de los que vimos en Marrakech.
 Tórtola turca

 Tórtola europea

 Amaia

 Lorea

A continuación, cruzamos por el parque Moulay Abdessalam.
 Mirlo común

 Paloma torcaz

 Lorea, Amaia y Maite entre las murallas de la medina

Palacio Bahia

Fuimos a ver el Palacio de El Badi, literalmente "Palacio de lo incomparable", un conjunto arquitectónico mandado construir por Ahmed al-Mansur Dhahbi a finales del siglo XVI para celebrar la victoria sobre el ejército portugués en el año 1578. En 1696 el sultán alauita Moulay Ismaïl reutilizó muchos de sus materiales para construir la ciudad imperial de Meknes. El Palacio de El Badi estaba cerrado por obras. Sin perder tiempo, fuimos a ver el Palacio Bahia, "el bello" o "la bella", construido a finales del siglo XIX con el objetivo de que fuera el palacio más impresionante de todos los tiempos. Fue mandado construir por el visir (asesor político) del sultán Abdelaziz Si Moussa. Poco después quedó en manos de Abu Bou Ahmed, un esclavo negro que llegó a ser visir. En las 8 hectáreas de extensión que tiene el palacio se ubican 150 habitaciones que dan a diversos patios y jardines, donde vivía el harén de Abu Bou Ahmed, compuesto por 4 esposas y 24 concubinas. Cuando murió el visir, desvalijaron completamente todas sus habitaciones. Por suerte, se conservan los techos y las puertas de madera de cedro pintada.
 Palacio Bahia

 Lorea y Amaia en el Palacio Bahia

 Lorea, Amaia y el que esto escribe en el Palacio Bahia

 Artesano colocando mosaico

 Palacio Bahia

 Lorea, Amaia y Maite en el Palacio Bahia

 Techo pintado

 Pared de azulejo

 Patio interior con fuente

 Palacio Bahia

 Palacio Bahia

 Lorea, Amaia y Maite en el Palacio Bahia

 Techo de madera pintada

 Palacio Bahia

 Vidriera

 Vidriera

Rama de Morera (Morus alba)

Comimos muy bien en la terraza del precioso restaurante El Bahia, donde nos atrevimos a pedir nuevos platos que no habíamos probado y que nos gustaron mucho.
Papamoscas gris

De regreso, cruzamos por el parque Moulay Abdessalam, donde fotografié estas aves.
Carbonero común

Pinzón vulgar

Bulbul naranjero

Marruecos, 24 de abril de 2019

 Valle del río Ourika

En Marrakech las excursiones de un día más populares parecían las que tenían como destino las cascadas de Ouzoud y el valle del río Ourika. Por ello, tras desayunar, tomamos el coche alquilado y nos dirigimos hacia el valle del río Ourika. Tardamos en llegar una hora y media hasta Setti Fatma, a 64 kilómetros de Marrakech.
 Lorea, Amaia y Maite en el valle del río Ourika

Paramos al borde de la carretera en un punto donde tomé esta fotografía y durante unos minutos en una explanada junto al pueblo de Tazitounte. Rápidamente apareció un hombre con un chaleco fosforescente para cobrarnos unos dirhams por aparcar.
 Hembra grávida de Lagartija de Marruecos

En unas rocas junto al río Ourika vimos varios ejemplares de Lagartija de Marruecos (Scelarcis perspicillata), un endemismo del Atlas y otras montañas de Marruecos y Argelia. También vimos bien un Pito bereber (Picus vaillantii) en una chopera y un ejemplar de la subespecie norteafricana de Mirlo acuático (Cinclus cinclus subsp. minor).
 Juvenil de Lagartija de Marruecos

 Ait Boulman

Llegamos en coche hasta Ait Boulman.
 Niño en Ait Boulman

Cerca estaba la que, seguramente, era la madre de este niño, lavando la ropa en el río, de aguas muy frías.
 Ait Boulman

En los pueblos de las montañas viven los bereberes que es como los árabes denominaron a las etnias autóctonas del norte de África. En lengua bereber se autodenominan imazighen, que significa "hombres libres". El conjunto de las lenguas bereberes o amaziguíes es hablado en la actualidad por más de 30 millones de personas, la mayoría en Marruecos y Argelia. El nombre de bereber procede de la adaptación árabe barbr del nombre griego que llegó al castellano como "bárbaros". Sin embargo, los griegos conocían a los bereberes como libios y los romanos como numidios o mauritanos, mientras que los europeos medievales los incluyeron en los moros o mauros, nombre que aplicaban a todos los musulmanes del norte de África. Con anterioridad al Islam, los bereberes fueron cristianos, e incluso hubo tres papas de origen bereber. Las primeras expediciones militares árabes llegaron al norte de África entre los años 642 y 669, fecha de la llegada del Islam. Para el año 711, los omeyas ayudados por bereberes conversos al Islam ya habían conquistado todo el norte de África. En el mismo año los musulmanes entraron en Hispania; una parte de ellos fueron bereberes. En la actualidad entre el 35 y el 40% de la población marroquí habla un idioma bereber. Las lenguas bereberes del Atlas marroquí son el Tamazight en el norte y el Tashelhit en el sur. La gastronomía marroquí es, en gran parte, bereber. El cuscús o los tayines son de origen bereber. Según los análisis genéticos más recientes, los primeros pobladores de las islas Canarias, los guanches, eran bereberes. Los almohades, "los que reconocen la unidad de Dios", que dominaron el norte de África y el sur de la península Ibérica entre los años 1147 y 1269, fueron una dinastía bereber marroquí, que tuvieron a Marrakech como capital del Imperio almohade y a Sevilla como capital del al-Ándalus. 
 Erodium atlanticum

 Ait Boulman

Desde el pueblo de Setti Fatma subimos hasta la primera de las grandes cascadas que hay en el arroyo de montaña que vierte sus aguas en el río Ourika a su paso por la citada localidad.
 Lorea y Amaia en una de las cascadas de Setti Fatma

 Cascada de Setti Fatma

Cascada de Setti Fatma

 Cascadas de Setti Fatma

 Paisaje sobre el pueblo de Setti Fatma

Subimos junto al cauce del arroyo, donde hay diversos puestos de venta y restaurantes, y bajamos por un camino que tenía buenas vistas.
 Linaria ventricosa

 Linaria ventricosa

 Ladera con Genista sp.

 Genista scorpius

 Setti Fatma

 Juniperus phoenicea

 Terrazas de restaurantes en Setti Fatma

Comimos en una de estas terrazas cerca de la orilla del río Ourika. Como venía siendo habitual, pagamos por aparcar el coche en una explanada en las afueras de Setti Fatma.
 Río Ourika

 Lorea, Amaia y Maite

De regreso a Marrakech, paramos en un punto que vimos a la ida, donde se hacían paseos en dromedario en un entorno bonito, junto al pueblo de Sidi Bouzguia, ya cerca de Marrakech. Nos vistieron de color azul, al modo de los tuareg, y luego nos invitaron a tomar un té.
 Lorea

 Amaia

Lorea, Amaia y Maite

Lorea, Amaia y Maite

Vimos tres alcaudones norteños y un alcaraván común, pero el movimiento de los dromedarios hizo imposible hacerles fotografías.
Lorea, Amaia, Maite y el que esto escribe

Este día devolvimos nuestro coche alquilado.